En el hall de ESAC, las copas y las botellas de cava ya estaban listas para brindar por este hito de la carrera espacial: por primera vez, un objeto creado por el hombre lograba aterrizar en un cometa.
En el pasado se han enviado varias misiones robóticas para estudiarlos,
pero ninguna se había posado sobre alguno de estos objetos celestes
que, según creen los científicos, conservan intacto parte del material a
partir del cual se formaron los planetas del Sistema Solar, hace unos
4.500 millones de años.
Por primera vez también, la nave Rosetta será testigo
durante el próximo año de cómo estos objetos se transforman cuando se
acercan al Sol, que es el principal objetivo de esta misión en la que
Europa va a a invertir un total de 1.300 millones de euros.
Científicos celebran la llegada del robot al cometa |
La fase del aterrizaje de ayer, sin embargo, fue probablemente la más
espectacular y mediática. Sobre todo, teniendo en cuenta que la sonda Rosetta y el robot Philae se encuentran a a 511 millones de kilómetros de distancia de la Tierra, en un lugar entre las órbitas de Júpiter y Marte.
LOS ARPONES NO SE DESPLEGARON:
Una vez que llegó la confirmación de que el robot Philae, un
cubo de unos 100 kilogramos de peso, se había posado sobre el cometa,
los responsables de la misión afirmaron que los arpones se habían
incrustado en su superficie. Sin embargo, dos horas más tarde admitieron
que ese dato no era correcto: el robot no había logrado desplegar estos crampones,
que son los que evitan que rebote debido a la poca gravedad que hay en
el cometa. El plan previsto era que estos arpones hubieran penetrado en
su superficie en cuanto se hubiese producido el contacto con el suelo.
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